¿No te has preguntado alguna vez...?
Yo sí, miles.
¿No te has preguntado alguna vez...?
Yo sí, miles.
Es un paso mal dado, una duda, un descuido, un pequeño salto que te hace perder el equilibrio jugando a la rayuela.
Así es como llegamos a las situaciones extremas, jugando a la rayuela.
No hay que irse a las películas de hollywood para saberse rodeado de ciertos dramas personales, ni para darse cuenta de que en la vida existen situaciones que no dan cabida al titubeo de los pequeños detalles.
Mi amigo Javi, no se mató encima de una moto por ir a 300 km/h en una carretera, sino porque su manillar se desplazó 4 centímetros de donde realmente debía estar, lejos del lugar del impacto, su corazón, el cuál estalló sin pensar. Mi hermano no fue asesinado en un atentado terrorista por quedarse dormido, por un bendito despiste de 5 minutos al coger el tren.
Cuatro centímetros, cinco minutos... nimiedades.
En realidad, ella ni siquiera sabía cómo pudo llegar hasta esta situación:
Una cosa llevó a la otra y así sin más puso en jaque a todo el cuerpo de policía del estado. La lluvia era densa, tanto que se adivinaban las trayectorias de los lásers que revoloteaban por su impermeable amarillo. Punteros cuyos dueños esperaban ansiosos el grito de un superior para ser los primeros en perforar a la jóven que posteriormente sería exhibida como una pieza de caza mayor.
Ella, con un bolso a juego con la esperanza y las uñas pintadas, signo de que sabía que no iba a ser un día más, se detuvo delante del centenar de agentes paralelos diciendo estas palabras:
"Si mi mirada se llena de ruegos, cegadme.
Si mis labios se pintan de pesimismo, mordedme.
Si mi cuello se rodea de orgullo, ahogadme.
-Al mismo tiempo iba deslizando la anilla con sumo cuidado hasta quitarla-
Si mi pelo se tiñe de ambición, quemadme.
Si mis manos se lavan de culpa, atadme.
Si mi alma se infla de fe, perdonadme.
-Su dedo poco a poco cedía voluntariamente a la presión del tirador de la granada-
Si no merezco una vida mejor, matadme...
pero no lo hagais sin antes saber que
Un ruido de cañón firmó la debacle sin ni siquiera dar lugar a la misericordia de saber cuáles eran las últimas palabras por las que la chica merecía piedad.
La confusión hizo el resto y la debilidad de la carne, también.
Explotó.
Todos sus poros chocaron de lleno con la realidad hasta quedar hechos un puzzle de quizás esparcidos por el suelo que vosotros pisareis mañana.
En realidad, ella ni siquiera sabía cómo pedir ayuda.
Empina el hocico. ¿No lo hueles?.
Algo apesta a quemado en el horno de mi cocina.
No lo entiendo, seguí la receta al pie de la letra:
"Vida rellena de felicidad acompañada de suave puré de éxito"
INGREDIENTES:
1 motivación.
1 familia en polvo.
1 litro de agua.
2 amigos de medio kilo.
3 deseos.
35 gr de amor.
40 ml de nostalgia.
100 gr de madurez.
400 gr de trabajo.
MODO DE COCCIÓN:
Paso 1: Agite suavemente la motivación que nos levanta todos los días y nos acuesta todas las noches.
Paso 2: Dejamos reposar 3 horas. Pasado este tiempo, extraiga los escasos momentos dulces que queden en su superficie.
Paso 3: Abrimos el sobre de familia y lo mezclamos con el agua en un cuenco. Batir a punto de nieve.
Paso 4: Ponemos en un cazo el amor y lo dejamos calentar a fuego lento.
Paso 5: Mientras se cocina el amor, cortamos en rodajas finas los 400 gr de trabajo recién sacados de la tierra.
Paso 6: Después, limpiamos los deseos y los dejamos airearse bajo un trapo humedecido con nostálgia.
Paso 7: Vaciar los dos amigos de pulpa y rellenarlos de madurez.
Paso 8: Volcamos el souflé de familia en el cazo de amor y lo retiramos del fuego.
Paso 9: Ponemos los dos amigos, ya rellenos, sobre una fuente de cristal y lo bañamos con el souflé. Hecho esto, lo metemos en el horno a 160º.
Paso 10: Cocinamos durante unos 45 minutos y retiramos.
Paso 11: Con la carne humana en su punto y una gruesa capa crujiente de familia con amor ya hecha, esparcimos las rodajas de trabajo.
Paso 12: Volvemos a meter en el horno, esta vez en modo grill y durante unos escasos minutos.
Paso 13: Por último, una vez que todo esté dorado, cubrimos con los momentos dulces del paso 2.
Paso 14: A modo de decoración, ponemos los tres deseos culminando el plato.
NOTA: Preferiblemente comerlo acompañado de vino de esperanza servido muy frío.
Nunca fui un buen chef, pero curiosa intrepretación, ¿verdad?.